"La práctica médica no entraña solamente tejer, entretejer y tener activas las manos, sino que debe inspirarse en el alma, estar plena de conocimiento y tener como componente preciado la observación aguda y minuciosa; todo ello, junto con los conocimientos científicos exactos, son los requisitos para que la práctica médica sea eficiente."
Moisés ben Maimón (1135-1204)

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jueves, 25 de abril de 2013

Recopilados los datos actuales sobre los marcadores del cáncer de páncreas

La revista especializada Clinica Chimica Acta recoge la revisión bibliográfica de expertos de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), junto con investigadores del Hospital Clínico de Barcelona, que recopila la información actual sobre los marcadores del cáncer de páncreas. El estudio, liderado por Marta Herreros Villanueva, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Hepáticas y Digestivas (CIBERehd), ordena la información existente sobre los marcadores de la enfermedad. Según Herreros, en el páncreas se pueden desarrollar varios tipos de cáncer, pero el comúnmente llamado cáncer de páncreas es el adenocarcinoma ductal de páncreas, que es el más común. De hecho, “como un 90-95% del los cánceres en el páncreas son adenocarcinomas”, explica. La células ductales del páncreas forman unos ductos o tubos que transportan lo que producen otro tipo de células del páncreas, las células acinares. En el adenocarcinoma ductal, las células forman muchos más ductos de lo normal. Esto lleva a la formación de tumores. Este adenocarcinoma no está entre los tipos más frecuentes de cáncer, pero sí entre los que tienen mayor tasa de mortalidad. Y la razón para ello está clara para los investigadores. “El hecho que hace que el cáncer de páncreas sea diferente a otros tipos de tumores es que cuando se detecta es muy tarde”, afirma Herreros. “No es porque las células de un tumor de páncreas crezcan más rápidamente que las de otro tipo de tumores, sino porque las técnicas que tenemos para detectarlo no nos permiten hacerlo de forma temprana”. Se estima que la enfermedad tarda varios años en desarrollarse, quizá entre cinco y diez años, pero no suele poder diagnosticarse hasta la última fase. Diagnóstico complicado Hay dos grandes dificultades que hacen difícil el diagnóstico: la complicada accesibilidad del páncreas y la carencia de buenos marcadores de la enfermedad. Por un lado, el páncreas es un órgano interno, lo que hace complicado llegar hasta él. “Con una endoscopia, por ejemplo, puedes acceder a un tumor de colon fácilmente; un tumor de mama puedes verlo con una mamografía. Pero acceder al páncreas es complicado. Por eso, cuando se diagnostica suele ser tarde; no hay una técnica que te permita ir directamente al páncreas y ver lo que hay ahí”, apunta Herreros. Por otro lado, no existe realmente un marcador específico y fiable que indique la presencia de un adenocarcinoma. Actualmente, el diagnóstico se realiza gracias al marcador llamado CA19-9, un glicoproteína presente en el torrente sanguíneo de muchos enfermos de cáncer de páncreas. Este marcador es un estándar mundial: es la molécula que los médicos buscan en los análisis de sangre para intentar detectar el cáncer de páncreas. “El CA19-9 es el marcador que está establecido. Luego, de forma experimental hay algunas de las moléculas que hemos publicado, pero son solamente ensayos clínicos; no es una rutina que a los pacientes se les evalúen con esas otras moléculas”, sostiene la experta. Sin embargo, el CA19-9 no es un marcador muy bueno, porque ni es específico ni es sensible. “No es muy útil para cáncer de páncreas porque hay pacientes que aún teniendo el tumor no lo tienen muy elevado, lo tienen en rangos normales, y pacientes con esa proteína elevada no tienen cáncer de páncreas. Pueden tener pancreatitis u otro tipo de tumores”, indica. Eso hace que el pronóstico no sea preciso y el diagnóstico a través del análisis del marcador CA 19-9 sea en muchos casos demasiado tardío. Para los autores, por eso es crucial para el diagnóstico de la enfermedad buscar otros marcadores. “En eso estamos”, concluye Herreros. “Pero es muy complicado y no hay muchas muestras ni muchos pacientes para analizar, por la elevada mortalidad del cáncer y porque muchos pacientes no se operan, y, por tanto, no obtenemos muchas muestras del tejido canceroso. Además, hasta ahora tampoco había mucho dinero para investigar esta enfermedad”.

Para destruir las células cancerígenas, además del tamaño también importa la forma

Cuando se trata de luchar contra el cancer, además del tamaño, la forma también importa. Así concluyen expertos del Instituto de Investigaciones Tecnológicas de la Universidad de Santiago (USC), que proponen terapias contra esta enfermedad basadas en la hipertermia con nanopartículas magnéticas.

La mortandad de determinados tipos de cáncer, como el glioblastoma cerebral, está asociada a la falta de terapias eficaces, lo que ha provocado un gran interés en desarrollar estrategias alternativas para combatir estos tumores.

El equipo que lidera Daniel Baldomir trabaja en una técnica, publicada recientemente en la revista Scientific Reports, que muestra resultados 'prometedores' y consiste en aumentar la temperatura por encima de los valores considerados como normales –hipertermia– mediante campos magnéticos. Su mecánica es similar a la de la fiebre, ya que la hipertermia busca destruir las células cancerígenas mediante la aplicación de calor, con temperaturas por encima de los 43 grados centígrados.

A partir de la hipertermia magnética, que actúa de forma localizada en el área afectada por el tumor, los investigadores buscaron mejorar las aplicaciones existentes en el ámbito clínico y comprobaron que las nanopartículas de forma cúbica y de un tamaño de aproximadamente 20 nanómetros ofrecen una mayor eficiencia.

Hasta ahora, la experimentación en el campo de la hipertermia trabajaba con partículas de forma esférica y un tamaño de aproximadamente 10 nanómetros. A estas escalas, incluso las pequeñas fluctuaciones térmicas son importantes desde el punto de vista magnético (comportamiento superparamagnético), por lo que los investigadores no las consideran óptimas para generar calor, siendo necesario utilizar enormes cantidades de partículas en cada tratamiento, con los consiguientes efectos secundarios para los pacientes.

Un ejemplo en la naturaleza

Para superar el comportamiento superparamagnético, el grupo ha optado por variar el tamaño y la forma de las partículas. La referencia la han encontrado en la propia naturaleza, concretamente en unas bacterias llamadas magnetotácticas, capaces de producir en su interior cadenas formadas por entre 10 y 20 piezas de cristal de magnetita (un óxido de hierro) y que todas juntos actúan como la aguja de un compás capaz de orientar a las bacterias.

Los investigadores se propusieron diseñar partículas muy semejantes a las de esta bacteria, de forma cúbica en lugar de esféricas y suficientemente grandes, de aproximadamente 20 nanómetros, “para que mostrasen estabilidad en sus propiedades magnéticas en vez de superparamagnetismo”. El primer paso del equipo fue el estudio teórico, con simulaciones realizadas en el Centro de Supercomputación de Galicia (Cesga) que facilitaron la selección de los tamaños y condiciones experimentales que, a priori, serían los más efectivos, para a continuación prepararlos en el laboratorio y finalmente ensayarlos in vitro.

Colaboración internacional

Para el diseño y estudio experimental el grupo del profesor Baldomir ha colaborado con grupos de investigación de Barcelona, Cambridge y Salónica. “Este tipo de trabajos son eminentemente multidisciplinares” explica Carlos Martínez-Boubeta, primer autor del estudio. En este sentido recuerda que herramientas como los rayos X, el láser o la resonancia magnética son invenciones de la física con una alta incidencia en la práctica médica.

Los investigadores aguardan que en pocos años la hipertermia inducida magnéticamente sea algo rutinario en el tratamiento del cáncer. De hecho, es una técnica que ya se encuentra en el ámbito clínico, después de que la Unión Europea aprobara recientemente su aplicación por parte de una compañía alemana (MagForce).

Una listeria inofensiva y radiactiva lucha contra la metástasis en el cáncer de páncreas

Listeria monocytogenes, una peligrosa bacteria cuya mortalidad puede alcanzar el 30 %, podría ser útil en la lucha contra el cáncer. Una cepa no patógena y marcada radiactivamente con renio ha logrado eliminar el 90 % de las células metastásicas en ratones con cáncer de páncreas, tal y como publica hoy la revista PNAS.

La investigación, llevada a cabo por científicos de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, se basa en emplear Listeria para repartir un isótopo terapéutico –renio, en este caso– de manera específica a las células tumorales de ratones con cáncer.

“Nuestra Listeria puede sobrevivir en el ambiente del tumor porque está inmunodeprimido”, explica a SINC Claudia Gravekamp, una de las autoras del estudio. “Sin embargo es eliminada eficazmente, a diferencia de la Listeria ‘normal’, en los tejidos normales”, aclara.

La terapia dirigida con radioisótopos ha resultado ser un éxito en varios tipos de cáncer, pero sus resultados en tumores de páncreas son modestos, lo que demuestra la necesidad de encontrar nuevos vehículos para introducir los isótopos radiactivos.

Listeria es una buena candidata a repartidora de radioisótopos. “Además de infectar las células cancerígenas, se introduce en ciertas células inmunes que son absorbidas por el tumor”, explica Gravekamp. “De esta forma puede viajar por la sangre hasta alcanzar el tumor”, añade.

El siguiente paso según Gravekamp es optimizar los protocolos con Listeria y estudiar otros radioisótopos. “Nos gustaría probar esta terapia en humanos”, concluye la investigadora.

Dos asesinos silenciosos

De todas las muertes por cáncer, el de páncreas se encuentra en la cuarta posición. Se le ha bautizado como ‘el asesino silencioso’, con una tasa de supervivencia de tan sólo el 4 %, porque la metástasis se produce mucho antes de que se detecte el tumor primario.

Por otra parte, Listeria monocytogenes es capaz de infectar las células del intestino y transmitirse de célula a célula, de manera que se mantiene invisible al sistema inmune.

Esto, junto con la resistencia a varios tipos de antibióticos, la convierten en el patógeno alimentario más peligroso, que causó la muerte de un paciente en la UCI del Complejo Hospitalario de Navarra el mes pasado, por culpa de una lasaña contaminada.

Una proteína ayuda al desarrollo del tumor y las metástasis en el cáncer de próstata

Un estudio dirigido por Rosanna Paciucci, experta del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR) de Barcelona, identifica uno de los mecanismos de la proteína Prostate Tumor Overexpressed-1 (PTOV1) que la vinculan con el crecimiento del tumor y las metástasis en el cáncer de próstata. El estudio, publicado en Oncogene, constituye una oportunidad para diseñar nuevas dianas terapéuticas. La PTOV1 es una proteína que se encuentra fuertemente expresada en el cáncer de próstata y en las lesiones premalignas que preceden a la enfermedad. Gracias a este estudio, los investigadores han demostrado que ejerce de reguladora de otras proteínas que intensifican la agresividad del tumor. En concreto, han comprobado que PTOV1, al interaccionar con la proteína RACK1, activa la síntesis de proteínas de un grupo particular de mRNAs, de entre los cuales figura el oncogén c-Jun/AP1. Este oncogén provoca a su vez un aumento de la expresión de otros genes como SNAIL1 y uPA, conocidos inductores de la motilidad celular, la invasión y la metástasis in vivo. Para demostrar la función reguladora de la proteína estudiada, los investigadores inocularon en ratones células de cáncer de próstata con la expresión de PTOV1 muy reducida y han comprobado que los tumores resultantes son más pequeños y tardan más en metastatizar. Además, estos tumores no expresan el oncogén c-Jun. Por otro lado, en muestras procedentes de pacientes con cáncer de próstata también han comprobado que los tumores metastáticos y las metástasis muestran niveles de expresión de PTOV1 muy altos que se corresponden con la sobreexpresión de c-Jun en las mismas muestras. El cáncer de mayor incidencia en hombres Con estos resultados, Paciucci sostiene que, a pesar de que actualmente se desconocen los mecanismos de la activación de PTOV1 en las células cancerosas, la identificación de su mecanismo de acción permite plantear nuevas estrategias para las terapias antitumorales. “PTOV1 constituye una buena diana para desarrollar nuevos fármacos que bloqueen su actividad y ayuden a mejorar la eficacia de los tratamientos disponibles”, apunta. Es más, esta proteína también participa en la resistencia a la respuesta a algunos fármacos. Según datos recogidos por la Asociación Española Contra el Cáncer, en España cada año se diagnostican 25.000 nuevos casos de cáncer de próstata y mueren por esta enfermedad cerca de 6.000 hombres. Es el cáncer con mayor incidencia entre la población masculina y su tasa supervivencia durante los cinco años posteriores al diagnóstico está alrededor del 65 %. FUENTE: AGENCIASINC

Encuentran dos tipos de bacterias en una tormenta de polvo sahariano

Un hallazgo de investigadores del Campus de Excelencia Internacional en Agroalimentación ceiA3 de Huelva, publicado en la revista Environment Science & Technology, ha revelado la presencia de dos tipos de bacterias en el polvo de una tormenta sahariana.

Las tormentas de polvo sahariano son fenómenos meteorológicos capaces de desplazar millones de toneladas de material particulado a una distancia de miles de kilómetros, principalmente, por el Hemisferio Norte. Andalucía es una de las regiones más afectadas por estos episodios, caracterizados por ofrecer una especie de velos de colores a los cielos, desde el marfil, al tono rosado o anaranjado. Una de las cuestiones que la comunidad científica aborda con el estudio de estas tormentas es si todo ese torrente de material termina por afectar a la salud humana –al alterar la calidad del aire- o a actividades como la agricultura o pesca. Se calcula que cada año se esparcen por el Hemisferio Norte cerca de 1.000 millones de toneladas de material.

La estación Matalascañas de la Red de Calidad del Aire de la Junta de Andalucía, situada en las instalaciones de la Universidad de Huelva, registró varios episodios de desplazamiento masivo de polvo sahariano desde el Norte de África entre el 18 y 20 de marzo de 2010.

Técnicas de secuenciación

Los científicos analizaron, mediante técnicas de secuenciación, el contenido del rastro de polvo que había dejado la tormenta a su paso por el Golfo de Cádiz. Y tras año y medio, los investigadores de la Estación Experimental del Zaidín (CSIC) en Granada y el Campus de Excelencia Internacional en Agroalimentación ceiA3 en la Universidad de Huelva, liderados por Juan Luis Ramos y Ana Sánchez de la Campa, respectivamente, determinaron por primera vez la presencia de dos tipos de bacterias, así como de material industrial como titanio, vanadio o molibedno.

Estos minerales, según estudios previos, proceden de la actividad industrial del norte de África, principalmente explotaciones de fosfatos y de gas en el Norte de África. “Han sido numerosos los trabajos que han identificado desde el punto de vista químico y mineralógico la composición de los aerosoles. Por ejemplo, se han encontrado calcita, dolomita, cuarzo, arcilla, óxidos de hierro y sulfato de calcio, entre otros. Sin embargo, los microorganismos asociados a estas masas de aire no han sido analizados en profundidad”, asegura la investigadora Ana María Sánchez de la Campa.

Supervivencia en condiciones extremas

El estudio revela la presencia de Firmicutes, un filo bacteriano resistente a la desecación y que pueden sobrevivir en condiciones extremas, y proteobacterias. “Muchos de estos microbios transportados germinaron bajo condiciones favorables en forma de esporas y se mostraron altamente resistentes a la luz ultravioleta, la presión atmosférica y el calor”, apuntan los investigadores.

“Durante las tormentas, los microbios están expuestos en la estratosfera a la actividad de los rayos ultravioleta, por lo que sugerimos que el polvo podría proteger la actividad celular de las bacterias a lo largo de su recorrido”, añaden.

Entre las conclusiones del trabajo es que esta tolerancia a la sequía y al calor podrían ser rasgos comunes necesarios para facilitar el transporte y la supervivencia de los microbios, y que estas características podrían abrir la puerta a nuevas actividades biotecnológicas relacionadas con procesos químicos industriales.

FUENTE:AGENCIASINC